Es
acabar de besarte y tener siempre la misma sensación que me calma y a la vez me
desespera. La sensación de saber que vas a volver, que no va a ser el último
beso, si no que nos quedan muchos más, más risas que compartir, más piques, más
conversaciones hasta las tantas, más culebrones sin sentido. Y por un lado me
tranquiliza el saber que no te he perdido, pero por otro me altera, me altera
no ser capaz de evitar que estemos separados durante un tiempo, no ser capaz de
separar el orgullo de nosotros, de dejar las tonterías a un lado, de hablar
claro y admitir que por mucho que aparentemos odiarnos, en realidad estamos
deseando comernos a besos, gastar los vales , los minutos y las horas en la
cama, escondidos cada uno debajo del otro cuerpo pero sin dejar de perder la
sonrisa, la única que tú consigues sacarme. Pero al parecer es más fácil fingir
odiarnos, mientras deseamos querernos; dormir separados, queriendo soñar
juntos… hasta que llegue un día y me cambie esa sensación y llegue el momento
en el que me toque asumir, que nuestras vidas se han separado, para siempre.
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